
Tauromaquia Política: Un análisis crítico
En la evolución social, la protección a los animales ha creado un entramado legal que ampara su existencia y, desde una nueva racionalidad, intenta impedir su maltrato, lo cual tardó miles de años en el devenir de las civilizaciones, pero como dijo el erudito escritor uruguayo, Mario Benedetti, -que por cierto había nacido en Paso de los Toros, Uruguay- “el suicidio de un criminal no lo redime ante la sociedad, pero algo es algo”.
El pronunciamiento del gobernador Julio Menchaca para terminar en Hidalgo con las corridas de toros es un bálsamo del alma que, además, ya se encuentra discutiéndose entre legisladoras y legisladores en el Congreso federal, pero todavía sin la fuerza necesaria para desprender la extinción en México de este espectáculo cruento y circense.
Historicamente, mis únicos y queridos lectores, mis amigos me censuraron mi profunda aversión por la “fiesta brava”, como le designan, en un sinfín de nombres al respecto.
Yo había llegado de mi país y unos amigos invitaron a mis padres a la Plaza de Toros México a presenciar este espectáculo; siendo yo un adolescente que jamás había visto tal cuestión, salí de ese lugar con lágrimas en los ojos, jamás había visto un acto de crueldad y brutalidad de esa magnitud sobre un animal en mi vida.
Argumentos en contra de la tauromaquia
Mi discusión sobre la aversión que siento sobre el maltrato animal en las corridas de toros me ha ganado acaloradas disputas y terminé por no hablar del asunto porque comprendí que toda discusión con los aficionados a este espectáculo es bizantina, es decir, sin respuesta, porque es un diálogo sórdido y de sordos.
Es como cuando quieres convencer a un americanista de los turbios manejos de Televisa -compañía dueña del equipo de Coapa-, sobre el futbol en México.
Los argumentos que siempre me esgrimieron los aficionados a la tauromaquia eran que el toro de lidia sólo servía para eso; increíble argumento, porque no es posible que desde la óptica humana se encasille la existencia de un animal con este pobre criterio.
¿Cómo se puede sostener que un animal ha nacido para ser sacrificado con crueldad inaudita? Comprendo la tesis fallida de que las corridas de toros engrosan una “función cultural”, cuestión inadmisible desde cualquier aspecto.
Esto es tan falaz como cuando Enrique Peña Nieto dijo que la corrupción era una condición “cultural”; por cierto, cuando lo dijo tuve que ir a vomitar. Al pan, pan y al vino, vino. Ningún espectáculo que involucre dañar a un animal puede ser avalado socialmente y, mucho menos, en el marco legal de antes, durante y después de nuestra era, aunque esto haya sucedido.
Tauromaquia y sociedad
Si son observadores, mis únicos y queridos lectores, los circos en la actualidad son un espectáculo humano, ya no involucran animales porque eran sometidos a castigos conductistas para que ejecutaran las acrobacias que el público aplaudía, mientras los animales sufrían grandes y dolorosos castigos.
La cultura no puede naturalizar el maltrato animal. En las corridas de toros, los toros no están -como no lo está ningún animal- por su voluntad brindando este espectáculo donde se dice que se hace “arte”. El arte es para construir no para destruir y, mucho menos, la vida animal o de ningún ser vivo.
Yo prefiero la tauromaquia política, al menos en ese ruedo, los que participan se encuentran por voluntad y, a veces, por raciocinio. Es tiempo de dar el salto cualitativo en la defensa legal de los animales.
Muchos de los asiduos aficionados a las corridas de toros tienen perros y, casi estoy seguro que al firulais de la casa ni por asomo de dudas, le clavarían banderillas, lo picarían y le darían la estocada final.
¿Por qué esta disparidad de criterios de respeto a la vida entre el toro y perro de la casa? Los mercaderes de las corridas de toros deberán invertir sus riquezas en cualquier otra cosa y no argumentar que se perderán empleos de extinguirse este infausto espectáculo.
Dios nos dio el raciocinio y el amor para proteger la vida, jamás para destruirla; nos confirió la voluntad para sacrificar a un animal para sobrevivir, nunca para su maltrato (perdón por la bula religiosa que cité). Queda en su reflexión y voluntad, mis únicos y queridos lectores, la libertad de extender su raciocinio.